12 de junio de 2017

En un pueblo pequeño

En un pueblo pequeño rodeado de montañas a la orilla de un lago salado, Jacqueline termina de hacer su compra diaria. En el único supermercado del lugar, regentado por la señora Ribout, Jacqueline va dejando cada artículo en la cinta mientras repasa mentalmente. Comida congelada precocinada, pan y algo de fruta. No necesita más. La señora Ribout compone la bolsa y con una sonrisa señala el display de la registradora. Jacqueline paga en metálico, devolviendo la sonrisa y echa a andar.

Por el camino, cuatro saludos inevitables. El señor Pillock, la pequeña Amanda y su hermano Jacob, la solterona señorita Gibbs y un guardia de tráfico. Jacqueline se vuelve a preguntar qué falta hace un guardia de tráfico en aquel pueblo, pero lo tiene. En apenas dos minutos, ha cruzado la calle principal y está en su casa. Es de madera y ladrillo, cuadrada, con tejado de pizarra y un porche con una mecedora vieja. Al pasar se queda mirándola y piensa que algún día tendrá que pintarla y arreglarla. No será hoy.

La casa parece vacía, y Jacqueline deja la compra en la mesa de la cocina. Canturreando se dirige al cajón y de él saca el revólver. Se acerca a una puerta y tras ella, maniatado y amordazado está el hombre que convirtió su vida en un infierno.
- ¿Sabes? -le dice apartándole la mordaza de la boca y ordenándole silencio con el dedo, mientras le coloca el revólver en la frente-. Herminia McDermott me ha preguntado por ti en el supermercado. Por suerte no llevaba a mi amiga conmigo, porque me han dado ganas de volarle la cabeza allí mismo y borrarle su sonrisa hipócrita de zorra. Debe echarte mucho de menos.
- Estás loca, Jacqueline -le responde su prisionero-. No podrás seguir con esto mucho tiempo. La policía debe estar buscándome.
- No lo parece, cariño. Están muy ocupados con el tráfico. Me he cruzado con el sargento Manson y no parecía estar reparando en ti. En verdad, nadie en el pueblo se preocupa. Parecen aliviados porque te hayas ido.
Durante años Michael fue la pesadilla diaria de Jacqueline. Insultos, golpes, palizas y gritos eran el menú diario. Y de postre, retozaba con Herminia McDermott casi ante los ojos de ella, completando su humillación un día sí y otro también. Gracias a un golpe de suerte, un exceso de confianza de Michael, ella hizo girar la situación y hacerse con el control. Ahora esperaba el momento para vengarse. Pero quería saborearlo, que llegara lo más tarde posible. Jacqueline se había transformado, y ahora también disfrutaba del giro de los acontecimientos y el sufrimiento de su marido, que no sabía si cada día que amanecía podría ser el último para él.

Y ella seguía haciendo su vida normal. La compra y los saludos. Tanteaba el pueblo y notaba cómo nadie podía sospechar de ella. Sabían que Michael llevaba sin aparecer más de una semana, pero sabían también que era lo mejor para Jacqueline, que hasta había mejorado en su aspecto en aquella semana.

Por la noche, Jacqueline se acerca revólver en mano a la celda en la que ha convertido el pequeño cuarto de la esquina situada al sur, la que da al lago. Allí repite el ritual de cada día. Vacía el tambor del Flobert de seis milímetros que fue de su padre y coloca una única bala después en él. Acciona la ruleta rusa y el cañón va a la sien de Michael. Aprieta el gatillo, él tiene los ojos cerrados y... sonido metálico. Michael tendrá un día más.

A la mañana siguiente, en un pueblo pequeño rodeado de montañas a la orilla de un lago salado, Jacqueline termina de hacer su compra diaria...

4 comentarios:

  1. Brillante, me encanta la utilización del presente en el inicio y final del relato, le da más intensidad si cabe. Y brillante también la frialdad y templanza de Jacqueline, se puede palpar. Enhorabuena.

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    1. Bueno, ante todo muchas gracias querido amigo. Quizá estaba cantado tener un final que volviera a conectar con el principio. El ambiente que se plantea es muy cíclico: "Michael tendrá un día más", pero que en poco va a diferir del anterior. Gracias otra vez por pararte a leerlo.

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  2. Bello. (con "b"). Muy bonito, Nono

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